Bill y Ruthie, propietarios de una casa en Half Moon Bay, son como muchas otras parejas que buscan preparar a sus hijos adultos para el éxito cuando ellos ya no estén. Pero sus días están llenos de más emociones que los de la mayoría de los padres: su hijo de 33 años, Alex, tiene graves discapacidades del desarrollo.
Sabían que necesitaban crear cierta distancia entre ellos y Alex para que pudiera aprender a vivir de manera independiente antes de que fueran demasiado mayores para cuidarlo en casa. Se angustiaban pensando qué hacer, incluso cómo empezar a pensar en el futuro de Alex sin ellos a su lado. Bill y Ruthie pensaron que la mejor opción sería mudarse de la casa que compartían desde hacía mucho tiempo con Alex para que pudiera permanecer en un entorno familiar con sus cuidadores.
Analizaron muchas opciones: comprar o alquilar una segunda vivienda cercana, mudarse a una zona con costes de vivienda más bajos, incluso atracar un velero en el puerto deportivo local, pero ninguna era viable. Pensaban que habían llegado a un callejón sin salida hasta que Ruthie habló de su dilema con una vecina. La ciudad, le dijo la vecina, había facilitado la construcción de segundas unidades. Al día siguiente, Bill y Ruthie estaban hablando con los urbanistas.
En la actualidad, Bill y Ruthie pasan algunas noches por semana en una segunda unidad que agregaron a su casa actual, mientras que Alex recibe atención las 24 horas en la casa principal. La segunda unidad crea el espacio emocional y físico que sienten que es necesario para que Alex crezca cómodamente sin ellos.
Una ventaja adicional es que los cuidadores de Alex se han mudado a la casa principal con sus hijos. Ahora, tres generaciones disfrutan de pasar tiempo juntas. Como dice Ruthie, "Nuestra familia se ha hecho más grande".
